Sunday, September 08, 2013

Pasa en las películas, pasa en la vida

Si por cada vez que he escuchado esta frase en un canal de cable, me hubieran dado una moneda ahora ya tendría para comprarme los zapatos que vi en la tienda. Pero, bueno, eso no pasa en las películas y menos en mi vida.

Lo gracioso es que hasta hace unos momentos pensé que esta era una frase más salía de la imaginación de un marketero en una noche de fumadas para sacar la IDEA de la campaña del canal de cable. Pero la verdad, es que tiene mucha razón, todas las películas por más tontas que parezcan tienen en lo más recóndito de su argumento algo que de verdad pasó, pasa o pasará en la vida real y de ahí, su desarrollo es parte de la imaginación y creación de los escritores.

Todo esto lo escribo por una sencilla razón, hoy después de años, exactamente unos 24 años, mi osito rosado tuvo vida y razón de ser nuevamente en los amorosos cuidado de mi pequeña sobrina de dos años. Verla jugar con mi osito rosado, me saco una sonrisa, mas la alegría más grande fue jugar con ella y con mi osito rosado. Fue en ese momento, que me acorde de la frase, pues para mi fue como la escena final de Toy Story 3; yo era Andy, no me iba a la universidad, pero igual ya estoy grandecita como para jugar con osos de peluches, y mi sobrina era Bonnie.

La situación es tierna, pero más emotivo es la historia detrás de la historia, que como la película en mención tiene muchos parecido. 

Cuando era pequeña, mi papá viajaba por trabajo muy seguido, en unos de sus viajes, antes de partir en el aeropuerto de regreso a casa, llamó para avisar que ya retornaba; cuando hable con él por teléfono (si el teléfono con alambre, era más o menos los años 80´s no había celular, ipod, iphone, imessenger, y menos skype) solo atiné a decirle: "Papi quiero uno oso rosado, porque es mi color favorito". Al día siguiente, supe que mi papá ya había llegado a casa, cuando en su cuarto sobre la cama estaba un oso rosado como un cariñosito. 

El oso nunca tuvo nombre, pero desde su llegado tuvo un lugar especial sobre mi cama; los años pasaron y los juguetes iban desapareciendo del cuarto. La chuchubelo y la peloncita fueron reemplazadas por barbies, las barbies luego fueron guardadas o regaladas con otros juguetes. Los últimos recuerdos de infancia fueron reemplazados primero por poster de menudo y actores de tv, luego por cuadros, después por fotos que tomé. 

Como Woody, el último recuerdo de mi infancia en ser guardado fue el oso rosado; lo guardé pero no en el cuarto tipo almacén donde están todas las cosas que uno no quiere, estaba dentro del armario, donde lo podía ver, hasta creo que he seguido durmiendo con él cada vez que necesitaba abrazar algo. 

La vida continúa y como Andy, en la película, una cambia a los juguetes por amigos de carne y hueso, por aventuras reales y no imaginarias, pero en la memoria siempre están los juegos y momentos felices con tus juguetes. 

Mi época para jugar con ellos ya pasó, ahora es el tiempo de mi sobrina tenga sus aventuras imaginarias. Ver al osito rosado cuando mi sobrina le ponía uno de sus pañeles porque según ella se había hecho popo, me hizo sonreir de una manera sincera. Así mientras, le ayudaba a poner el pañal, recordé que era ser niña, la infancia y lo feliz que fui con mi osito rosado.

Pues como se escucha en la tele, pasa en las películas, pasa en la vida, y si no, para todo lo demás está mastercard, jejejeje



Aquí les dejo la foto de mi sobrina y mía jugando con el oso rosado, dada la naturaleza de la red y de los sapos, no muestro caras.